En el año 2008 España cambió para siempre. La crisis económica hizo estragos en la vida de muchísimos españoles, que perdieron sus puestos de trabajo y se vieron obligados a reformular su presente. En ese momento, nuestro protagonista, Jesús Dionis “Tato”, trabajaba como capataz en Melilla, su ciudad natal. De un día para otro se quedó en la calle. Su vida había cambiado por completo.
Amante del surf y coleccionista, de pequeño muchos de sus ídolos provenían de un lugar que siempre había llamado su atención: Canarias. Así que con tiempo libre y su subsidio por desempleo bajo el brazo, decidió visitar Tenerife. “Vine para 10 días y aquí sigo, 13 años después”, nos cuenta.
Fue amor a primera vista. En este caso, a vista de pájaro. “Me enamoré desde el avión, literalmente. Vi a gente surfeando, así que me bajé, cogí un taxi y le pedí que me llevase a ese lugar que había visto desde el aire. Entonces encontré todo lo que llevaba años coleccionando concentrado en un mismo sitio: Hawai, California, África…”, relata.
Desde ese día se convirtió en un tinerfeño más, que no en uno cualquiera. Su pasión por las olas encontró en la isla, más concretamente en lagunero pueblo de Bajamar, el lugar ideal para dejar su huella como divulgador de la historia y la cultura del surf, su gran pasión.
Consciente del importante legado histórico que el surf tiene y de la huella social que deja a su paso, Tato ha sido el instigador de un movimiento que ha llevado a toda una comunidad a abrir el baúl de los recuerdos y desempolvar tablas, historias y material fotográfico.
El melillense llegó a Canarias con una más que admirable colección de piezas relacionadas con el surf que había reunido a lo largo del tiempo gracias a sus viajes por el mundo. Con “el último subsidio que me quedaba” montó un pequeño taller de reparaciones y artesanía de tablas. Sus joyas se podían apreciar en ese pequeño negocio y en exposiciones temporales, pero con el crecimiento de su particular tesoro el establecimiento comenzó a quedarse pequeño, así que decidió buscar ayuda para encontrar un espacio permanente que permitiese mostrarla al público.
Es así como nace, de la mano del área de Turismo del Ayuntamiento de La Laguna, el primer museo del surf de Canarias: La Capilla del Surf. Situada en la ermita del Gran Poder de Dios, en Bajamar, es un edificio de finales del siglo XIX que fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1985, y que ya había sido utilizado con anterioridad como espacio comunitario y de encuentro para los vecinos.
La Capilla es un espacio único, apenas hay una decena en todo el mundo, que pretende reflejar el impacto del surf a nivel cultural y social, y en especial en las zonas de Bajamar y Punta del Hidalgo. Una mirada integral sobre cómo una práctica deportiva trasciende sus límites y moldea sociedades, comportamientos, experiencias y filosofías de vida.
En este museo podemos encontrar una colección de piezas vinculadas a la historia del surf en Canarias y en el resto del mundo: tablas de distintos modelos, tiempos y procedencias, accesorios que ayudaron a hacer evolucionar la forma de práctica del surf, películas, libros, postales, etcétera. Esta recopilación de objetos sumergirá a cualquier visitante en un recorrido didáctico, en el que descubrirá cómo desde las islas Hawaii en el siglo XVIII el surf comenzó a expandirse por todo el mundo.
Además, los visitantes serán atendidos por Tato, antes capataz y hoy artesano, coleccionista y enamorado del pueblo de Bajamar, de su gente y su cultura. “Podría haber montado la galería en cualquier otro lugar de la isla y el rendimiento hubiese sido mucho mejor, pero yo sentía el anhelo y la necesidad de hacerlo en el pueblo porque aún hay mucho que investigar y descubrir en la zona”. Y no tenemos ninguna duda de que así será.